lunes, 6 de abril de 2009

RELATOS DE DERVICHES...

El llevar los zapatos

Dos hombres piadosos y meritorios entraron juntos en una mezquita. El primero se quitó los zapatos y los colocó ordenadamente, uno junto al otro, en la entrada. El segundo se los quitó, los puso suela con suela, y entró con ellos a la mezquita.-

Surgió una discusión entre un grupo de hombres piadosos meritorios, que estaban sentados a la puerta, sobre cuál de aquellos dos era el mejor. -Si uno entra descalzo en la mezquita, ¿no es mejor dejar los zapatos afuera?- preguntó uno.-

-¿Pero no deberíamos considerar -dijo otro- que el hombre que llevó sus zapatos al interior de la mezquita hizo tal cosa para tener presente, al verlos, que se encontraba en un estado de verdadera humildad?

Cuando los dos hombres salieron, terminadas sus plegarias, fueron interrogados separadamente por diferentes grupos de espectadores.-

El primer hombre dijo: -Yo dejé mis zapatos afuera por la razón acostumbrada. Si alguien quisiera robarlos tendría entonces una oportunidad de resistir esa tentación, y de este modo adquirir méritos para sí mismo.-

Los oyentes quedaron muy impresionados por la nobleza de pensamiento de un hombre que daba tan poca importancia a sus posesiones, como para estar gustosamente dispuesto a abandonarlas a la suerte que les tocara.-

El segundo hombre, al mismo tiempo estaba diciendo: -Llevé mis zapatos dentro de la mezquita, ya que de haberlos dejado afuera, alquien podría haber caído en la tentación de robarlos. Quienquiera que hubiese sucumbido a esta tentación, me hubiera hecho su cómplice en el pecado.-

Los oyentes quedaron muy impresionados por este piadoso sentimiento, y admiraron el pensamiento lleno de sentido del sabio.-

Pero otro hombre, un hombre de sabiduría, que estaba presente, exclamó: -Mientras ustedes dos y sus seguidores se gratificaban con sus admirables sentimientos, ejercitándose con una serie de hipotéticas circunstancias, ciertas cosas reales han estado sucediendo.-

-¿Cuáles fueron estas cosas?- preguntó la multitud.-

-De nadie puede decirse que fue tentado...ni que no fue tentado. El pecador hipotético no pasó por allí. En lugar de eso, otro hombre, que no tenía zapatos para llevarlos dentro o dejarlos fuera, entró en la mezquita. Nadie notó su conducta. No fue consciente del efecto que podría estar causando sobre aquellos que lo veían. Pero debido a su real sinceridad, sus plegarias de hoy en esta mezquita ayudaron, de la manera más directa posible, a todos los ladrones potenciales que hubiesen o no robado zapatos, o que se hubiesen reformado al estar expuestos a la tentación.-
¿No ven aún que el solo practicar una conducta de conciencia de sí mismo, por más excelente que sea en su propio terreno, es en realidad una cosa pálida, comparada con el conocimiento de que existen verdaderos hombres de sabiduría?

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