viernes, 20 de febrero de 2009

Comenzando el viaje interior...

Los siguientes escritos procuran compartir con vosotros un profundo interés por las prácticas milenarias que aún hablan al ser humano del presente y le indican los caminos que lo llevarán a superarse, a ampliar su visión y a comprender la realidad de su mundo. Este trabajo también proviene de una voluntad de desmitificación: demasiadas sectas y gurús proponen a sus adeptos el paraíso perdido, la felicidad ideal, un nirvana eterno, una gloriosa escapada al plano astral y la música de las esferas.-
Ahora bien, jamás se habla de esto en el fondo del mensaje de las religiones ni en cuanto dicen los grandes sabios, místicos y verdaderos maestros: todos ellos preconizan una aventura interior que en ningún caso está separada de la vida sino que por el contrario hunde en ella sus raíces.-
En sí mismo se encuentra la verdad, en sí se halla la respuesta a todas las preguntas, en sí se descubrirá el "quién soy", "de donde vengo" y "adonde voy". Una de las últimas palabras de Buda a sus Discípulos fue: "Sed vuestra propia antorcha para vosotros mismos". Y para Cristo, el Reino no estaba ni en el futuro ni en el cielo, sino en "el interior de vosotros".-
Meditar significa abrirse a sí mismo, a la realidad, al prójimo, al mundo, al cosmos. Todos los fenómenos que actualmente vemos surgir y desarrollarse (drogas, sectas, necromancia, etc.) ocultan una necesidad profunda. Una falta existencial. De ahí la búsqueda, por todos los medios, de una enseñanza que vaya más allá del mezquino marco de lo cotidiano y permita trascenderlo, búsqueda de fraternidad por parte de una comunidad que busca su vía, necesidad de prácticas corporales que los centren y los unan. Hasta entonces, fuimos siempre decepcionados por esas Iglesias estáticas que, han encerrado la necesidad de vivir el absoluto en estructuras rígidas y escleróticas, en dogmas congelados que ya no quieren decir nada, en un catecismo embrutecedor. Fenómeno que por otra parte puede reproducirse al presente en el interior de algunas sectas.-
Cuidado con las equivocaciones. El viaje interior, la atracción por lo sagrado no son un regreso al vientre materno, reemplazado por el entorno tranquilizador de un grupo. Muy por el contrario, se trata aquí de despertarse, de renacer a la vida, de desarrollar las potenciabilidades propias de cada uno, teniendo en cuenta las diferencias de cada uno; evolucionar y no adormecerse en un sueño proyectado sobre la realidad. Y en ningún caso la noción de interior quiere abstraerse del exterior, pues ambos se funden uno en el otro, indisolublemente.-
Todos somos diferentes, cada uno tiene sus propios problemas que deberá resolver. Ningún sistema lo hará en su lugar. Nuestra visión del mundo es la que crea el mundo. Cambia la visión y cambia el mundo, y con ello nuestra acción sobre él. Por aquí desembocamos en el viejo problema de la libertad. Ella debe ser conquistada por cada uno de nosotros, y decir esto no es una concepción egoísta pues un ser equilibrado, en plena posesión de sus medios, un ser lúcido que no ve la realidad por el prisma deformante de sus fantasmas y angustias, tiene una influencia benéfica sobre quienes lo rodean.-
Las técnicas de meditación, si son bien empleadas, pueden unificar nuestro ser, estimular nuestra energía, concentrar nuestras facultades habitualmente dispersas y permiten ir más lejos aún, extender infinitamente la conciencia. Para esto fueron creadas hace milenios, y para aquellos, en definitiva escasos, que lo comprenden.-
Quiero recalcar que no hay aquí voluntad de sobre-humanidad: antes de querer convertirse en un mutante es preciso volver a hallar primeramente su condición normal, original. Las técnicas de vacío practicadas por el Zen, y finalmente por todos los verdaderos místicos, traen un aplacamiento de lo que yo llamo las ampulosidades de nuestro ego, ese yo superficial, vanidoso, egocéntrico, sediento de poder, que causa tantos males. La educación, la sociedad, proyectan una imagen de nosotros conforme a un modelo que cambia con la épocas y los lugares. Por tanto, lo importante es volver a encontrar nuestro verdadero yo, nuestra raíz, crecer a partir de esa base íntima inscripta en nuestros genes.-
¿Y que ocurre con Dios en todo esto?
Dios, Alá, Buda, Brahma..., diferentes palabras para hablar de una misma cosa. Nada tiene que ver con el padre barbudo, todopoderoso, alardeando de superioridad en un cielo insípido rodeado de angelitos sonrosados. Yo no sé que es Dios. ¿El ser supremo, el origen de la vida misma, y la muerte, el alfa y el omega? Los budistas dicen: cada ser tiene la naturaleza de Buda. En efecto, cada ser vive. Todo el Universo es movimiento. ¿Qué mueve la danza de los átomos y las párticulas? Cuanto más avanza la ciencia, tanto más sus límites estallan en el infinito. ¿De que estamos hechos? ¿Quien habita en este cuerpo? ¿Por qué el nacimiento, por qué la muerte? Y tantas otras preguntas sin respuesta. Dios es lo desconocido. Es el más allá que está en nosotros. Esa fuerza que debería llevarnos a superarnos incesantemente, un maestro zen dijo: quién se detiene, se engaña.-
Así pues, el futuro se crea en cada instante del presente.-
Una de las cosas que me sorprendieron hace algunos años atrás fue ver con qué insistencia los maestros espirituales decían que en la actualidad es preciso divulgar la enseñanza oculta, reservada hasta entonces a los adeptos, a los discípulos; dar a conocer su existencia como si el tiempo apremiara, como si tantas culturas moribundas, a veces en el exilio, quisieran transmitir a la humanidad en peligro la esencia misma de su mensaje, con el objeto de que aquellos que puedan escuchar, escuchen.-
Y actúen.-